jueves, 3 de diciembre de 2009

DESDE LAS BATALLAS FRÍAS

El último de los dioses

Olvidarnos y hacer a un lado la Voluntad tan despreciada por Schopenhauer es casi siempre abandonarnos a la razón angustiosa que nos carcomer las entrañas de la mente generando el mal como una necesidad lógica en la búsqueda a la razón de lo injustificable no encontrado en el libro que no ofrece dudas. Quién fuera ese bienaventurado capaz de llegar a la ceguera esperando la iluminación eterna donde los achaques al corazón no duelen más porque tu presencia magnifica la existencia. ¡Ay amor despiadado! Me guías con el suave movimiento de tu dedo... me haces, me deshaces y me rehaces a tu antojo generando nueva sustancia dentro de mi finito ser incapaz de negarte todo lo que a placer arrebatas. Cometer errores que no se comprenden porque el embelesamiento con las mágicas palabras de las mentiras, traídas de tierras lejanas, profetizan la liberación eterna a las ataduras corporales que la modernidad nos impone a través de la historia relatada más allá de libros, en los imaginarios añejados de nuestros abuelos. Ellos no entienden cómo sigo sin cansancio y directamente a tu altar para orar como un mosquito ante el sabio, ante el prudente. Las injurias y ultrajes cometidos desde hace 5000 años carecen de importancia ante tu mística divinidad.

La renovación infinita de muerte tras muerte me permite reconocer que mi alma sigue atada a la tuya y que cumpliré puntualmente mi oración dedicada a tu existir. Siete años son los que seguiré fielmente este compromiso porque sé que no todo está perdido. ¿Encontraré un día en algunos labios la respuesta a la constante interrogante que deambula dentro de mí? Quien quiera que seas ven ya, cúrame de esta terrible enfermedad de locura que me atormenta llevándome del éxtasis de la ignominia, a la locura de la razón, a la luz de la oscuridad. Quiero estar contigo aunque termine la noche y empiece el día, como la otra vez acariciándote todo el tiempo. Interiormente lucho batallas frías cuando descubro que todo es la invención de mi mente obnubilada por la idea de que tú estás a mi lado dirigiéndome en la senda de lo correcto, impidiendo tropezarme con tantas cosas ajenas a nosotros dos. El vértigo permanece constantemente en la disyuntiva de soltarme de ti, renunciar a lo que más se aprecia es el acto de que ni en la muerte con su resurrección me atrevería a experimentar.

Mutar, cambiar, transformar, disfrazarnos con máscaras irreconocibles para nosotros mismos pero familiares para los demás se convierte en la tarea realizada sin conciencia alguna entre todos los de nuestra especie. La nada y el todo, los dos sinónimos más antónimos que pocos entienden… ambos totalitarios, definitivos y a la vez pasajeros en el camino de la subsistencia y coexistencia. Pasamos del invierno crudo y frio a la cálida, colorida y alegre primavera. Nada es eterno y todo cambia como tú y como yo en esta historia que me he inventado. Hoy escribo, mañana leo, después no lo sé. Rezo sin cansancio, a cada palabra las vibraciones generadas en mi elevan mi temperatura para que mi piel muda grite por medio del sudor. Hasta ahora entiendo los rezos memorísticos que mi madre me hacía repetir cuando era niña, todas estas oraciones siempre habían carecido de sentido y nunca las había creído. Diferente de ayer es que hoy recuerdo lo que sentí por ti generando la energía necesaria para sentirme absurda en la realidad de mi sin ti.

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